Continúa hasta el 30 de junio la exposición «Esto no termina más» (Ideológicamente inestable), de Gustavo Marrone en la Colección de Arte Amalia Lacroze de Fortabat.
Esta exhibición recorre la producción de Gustavo Marrone desde sus inicios hasta nuestros días en tres actos o episodios durante el año: «Ideológicamente inestable», «Yo contra mi» y «Al margen, lleno de dudas».
Con la curaduría y textos de Roberto Amigo y Nicolás Cuello, la exposición puede visitarse en Olga Cossettini 141, de Puerto Madero.
Esto no termina más es la primera exhibición que aborda con exhaustividad su obra, desplegando y contrayéndose en tres actos que, en su conjunto, abordan la complejización jocosa de lo moral, las pulsiones plebeyas del cuerpo y su concepción singular del lenguaje como materia.
Desde comienzos de los años ochenta, como durante su prolongada estadía en Barcelona, Gustavo Marrone (Buenos Aires, 1962) ha sido una figura esquiva del arte argentino.
Ideológicamente inestable, el primer acto, asume la subjetividad del artista en colisión con las instituciones, la sexualidad y la política desde la fuerza del bufón que se impone al poder con la imagen y la palabra, en el disfrute de la ambigüedad que facilita la burla.
Embarrando el límite entre el pensamiento erudito y la banalidad del refrán a través del tratamiento extasiado de las formas y los colores, la obra de Marrone asume el desequilibrio para sembrar su observación extraña sobre la estructura de lo social, creando una discordia disimulada en la velocidad del sentido común. Desplazándose entre la tradición del chisme, la impunidad del rumor y la levedad de la broma, hace que la palabra se transforme en la conciencia que controla el impulso de sus formas, disolviendo en la celebración de lo contradictorio, la estabilidad aparente de la política como consenso.
Al construirse como una “imagen escrita con palabras”, la pintura de Marrone quiebra el culto a cualquier aspiración de autonomía. La realidad, sostiene Marrone, sólo puede ser conocida desde el límite del “yo”, una frontera que en su trabajo aparece parodiada bajo el tiempo suspendido de lo fetal, la obstinación ideológica y el enmascaramiento en toda economía de seducción. Una conciencia radical del dominio del margen que sugiere, sin querer queriendo, que lo otro es uno, uno mismo sin más.