La Plaza del lector nos lleva al mundo de Jorge Luis Borges como si éste estuviera allí metido entre los libros de la Biblioteca Nacional.
Por eso, esta bella plaza es toda una invitación a la lectura pero también a actividades deportivas. Si bien se halla sobre una avenida ruidosa como Las Heras, este es un punto de total tranquilidad, justo en la cuesta hacia la Biblioteca Mariano Moreno.
La Historia de la Plaza
La Plaza Del Lector emplazada en Las Heras y Agüero cubre una superficie de 2700 metros cuadrados y cuenta con el edificio de la Biblioteca Nacional como telón de fondo y principal impulsor de su construcción. Previamente se denominaba “Evita” y fue creada mediante una ordenanza municipal.
Como consecuencia de la expropiación de los terrenos circundados por las calles Austria, Av. Las Heras, Av. del Libertador y Agüero, mediante la aplicación de la Ley nº 15.796/61, con destino a la construcción de la Biblioteca Nacional y sus actividades anexas, y una vez inaugurado el edificio central y en pleno funcionamiento, quedaba en sus alrededores un baldío ubicado en la esquina de las calles Agüero y Av. Las Heras.
Allí, con la colaboración Ad-Honorem de varios profesionales de la arquitectura, se desarrolló un proyecto integral, cuya primera etapa fue la construcción de la Plaza del Lector, con una amplia superficie de espacios verdes, dotada de música funcional, circuito cerrado de televisión para el control de la seguridad de la misma, y en cuyos subsuelos se ejecutaron dos bandejas que se destinan a la guarda de vehículos.
El proyecto de la plaza del lector surge de una iniciativa de la gestión de la Biblioteca Nacional la cual fue acompañada por el gobierno de la Ciudad. A través de la concreción de esta obra, la Biblioteca Nacional va adquiriendo el perfil que fuera previsto hace más de treinta años por sus arquitectos.
Y quizás los principales responsables de que esto se lleve adelante sean los ciudadanos, quienes a través del uso y la presencia cotidiana se han apropiado de ese importante espacio público. Los más de dos mil lectores diarios de la Biblioteca Nacional pueden optar por seguir leyendo dentro de sus amplias salas o ir a leer a esta plaza con todas las comodidades para posibilitar la lectura al aire libre
En su inauguración en 1998, el entonces director de la Biblioteca Nacional, decía: “En el último cuarto del siglo pasado, Domingo Faustino Sarmiento estableció la escuela gratuita y obligatoria para todos y así impuso la democracia educativa. A principio de este siglo Hipólito Yrigoyen y Roque Sáenz Peña establecieron las bases de la democracia política con el voto universal. En los años 40, Juan Domingo y Eva Perón establecieron las bases de la democracia social y -sobre fines de siglo-, alcanzada ya la democracia económica, está concretándose la asignatura pendiente: la democracia cultural “.
Su denominación es un homenaje estrechamente ligado al libro. Quien lee adquiere conocimiento, el conocimiento hace pensar, quien piensa puede elegir, quien elige es libre.
En el año 2001 se presentaron varias denuncias de los vecinos por el estado en el que se encontraba la misma, las cámaras de seguridad no funcionaban, los bebederos estaban rotos y se encontraba clausurada una de sus entradas, aduciendo que la empresa concesionaria del estacionamiento, y quien debía velar por el mantenimiento de la plaza, no cumplía con sus obligaciones.
En su predio cuenta con busto en homenaje a José Mármol, quien nació en la ciudad de Buenos Aires en 1818. Aunque hizo estudios de derecho en esta ciudad, no los terminó; llevado, sin duda, por el entusiasmo con que se dedicó a la política y los azares a que ésta sometió su vida. En 1839, cuando apenas comenzaba a actuar en la vida pública, fue detenido durante seis días con incomunicación y engrillado. Un año y medio más tarde, no hallando segura su vida, Mármol se expatriaba a bordo de una goleta francesa que lo llevó a Montevideo, hasta 1845, en que regresó a Buenos Aires a la caída de Rosas.
Mármol fue senador en la provincia de Buenos Aires, y luego diputado nacional. El cargo de ministro plenipotenciario, que no pudo desempeñar en Chile por la ruptura de Urquiza, que lo había nombrado, con Buenos Aires, lo desempeñó más tarde en el Brasil. Fue, a partir de 1868, director de la Biblioteca Nacional, hasta que, afectado de un grave mal a la vista, se retiró de toda actividad. Murió en 1871.
Una vida tan accidentada como la de Mármol no pudo menos de influir en la obra literaria que realizó. Su misma vida le dió los temas y vivió tan intensamente, que sus obras desbordan apasionamiento. Donde éste alcanza expresiones más violentas es en los trabajos periodísticos, que realizó activamente durante todo el tiempo de la expatriación; fundó en Montevideo tres periódicos; el más importante, La Semana- y colaboró en muchos otros. Alcanzó en todos brillante notoriedad, no tanto por la norma, siempre descuidada, ni por la variedad de las ideas, repetidas con monotonía, sino por la virulencia y la constancia con que atacó a Rosas y sus amigos, de cuya política se convirtió más tarde en acusador máximo. Al lado de su labor de publicista político está la de poeta lírico, dramático y novelista, realizada también durante su ausencia de la patria.
Ubicación: Las Heras y Agüero (Recoleta – Sede Comunal Nº 2) Fuente : Flaggella.