En el Día Internacional de la Mujer, hoy destacamos en esta edición del 8M a una de las más distinguidas y prolifera escritora, Silvina Ocampo.
Del mismo modo, su hermana Victoria, también habitante del Barrio de la Recoleta, quien del mismo modo que Silvina, enriqueció la literatura Argentina, impregnada del circulo de literatos del siglo XX que destacó la cultura de nuestro país, será homenajeada en la edición de mañana de este periódico.
Silvina Inocencia Ocampo nació en Buenos Aires el 28 de julio de 1903, en la casa de la calle Viamonte 550. Hija de Manuel Silvino Ocampo y Ramona Aguirre, una familia aristocrática boaerense. Desde pequeña estudió pintura y mostró inclinación por la poesía.
Fue una escritora, cuentista y poeta argentina. Antes de consolidarse como escritora, Ocampo fue artista plástica y estudió pintura y dibujo en París donde conoció, en 1920, a Fernand Léger y Giorgio De Chirico, precursores del surrealismo.
Silvina, fue la menor de seis hermanas de una de las familias más ricas del país, los Ocampo. Fue educada en su casa, aprendiendo inglés y francés antes que castellano en la estancia de Villa Ocampo, en San Isidro, provincia de Buenos Aires. Un hecho de su infancia que la marcaría para siempre fue la muerte prematura de su hermana Clara, que tenía apenas once años. En estos años Silvina pasaba mucho tiempo con quienes trabajaban en su casa, en las dependencias.
“Escribir antes o después de que sucedan las cosas es lo mismo: inventar es más fácil que recordar”.
La marcada tradición cultural de su familia y a la trayectoria de su hermana Victoria Ocampo, quien la vinculó al mundo literario gracias a la revista Sur que fundó y dirigió, Silvina tuvo la oportunidad de moverse con soltura en el mundo literario. En 1933 conoció a su marido, el escritor Adolfo Bioy Casares, con quien se casó en 1940 y tuvieron una única hija, Marta, en 1954.
Sus obras en el cine
Algunas adaptaciones de su obra literaria fueron llevadas al cine como en 1964, «Tres historias fantásticas», de Marcos Madanes sobre los cuentos «La red», de Ocampo, «El experimento», de Santiago Dabove y «El venado de las siete rosas», de Miguel Ángel Asturias.
«La casa de azúcar,» de 1996, fue una coproducción con Brasil dirigida por Carlos Hugo Christensen sobre la novela homónima de Ocampo pero quedó inconclusa.
“El impostor”, sobre el cuento homónimo, fue co guionado entre María Luisa Bemberg y Alejandro Maci, quien terminó dirigiendo el proyecto en 1997.
Para el ciclo Cuentos de película, en 2001 Alejandro Maci dirigió “Anillo de humo” y Lilián Hebe Morello, “El vestido de terciopelo”.
“Cornelia frente al espejo”, (Daniel Rosenfeld, 2012) y “Los que aman odian” (Alejandro Maci, 2017).
“Las dependencias”, film documental sobre la figura de Silvina Ocampo fue dirigido por Lucrecia Martel, a pedido de Lita Stantic, con guion e investigación de Graciela Speranza y Adriana Mancini, autora del libro Silvina Ocampo.
“Escalas de pasión”. En el mismo aparecen quien fue su marido, Adolfo Bioy Casares y su amigo, Manuel Mujica Láinez.
La visión de escritores y periodistas:
Aloma Rodríguez, de la “Revista destacó a la escritora como “el etcétera de la familia”, haciendo referencia a la crianza de la misma y un aparente y cómodo segundo plano respecto de su hermana mayor, Victoria: “Manuel Ocampo, el padre, era “un hombre riguroso y conservador”. Al ser la pequeña, los padres ya estaban más cansados de criar hijas, las normas se relajaron con Silvina, que dijo en alguna ocasión que se sentía como “el etcétera de la familia”. Además –y puede que por eso, precisamente–, aprendió a mantenerse en un segundo plano en el que parecía estar cómoda: “Silvina es secreta”, reseñó Rodríguez.
«El primer libro que publicó Silvina Ocampo fue Viaje olvidado, en 1937. Y la primera reseña se publicó en la revista Sur y la firmaba su hermana mayor. Mariana Enriquez dice de la reseña que era “inteligente aunque punzante”. Silvina no vio el lado positivo de la crítica», continuó en su ensayo Rodriguez :»Escribió Victoria Ocampo: “Todo está escrito en un lenguaje hablado, lleno de imágenes felices –que parecen naturales– y lleno de imágenes no logradas –que parecen entonces atacadas de tortícolis–. ¿No serán posibles las unas sino gracias a las otras? Es ese un riesgo que a mi juicio debe afrontar… Estos recuerdos me lanzaban señales en el lenguaje cifrado de la infancia que es el del sueño y el de la poesía. Cada página aludía a casas, a seres conocidos, en medio de cosas y seres desconocidos como en nuestros sueños. Como en nuestros sueños, rostros sin nombre aparecían de pronto en un paisaje familiar, y voces extrañas resonaban en un cuarto cuya atmósfera era ya un tuteo. Conociendo el lado de la realidad e ignorando la deformación que esa realidad había sufrido al mirarse en otros ojos que en los míos, y al apoyarse en esos sueños, me encontré por primera vez en presencia de un fenómeno singular y significativo: la aparición de una persona disfrazada de sí misma”.
En la reseña de su hermana mayor están, aunque destacadas no como virtudes, las señas de identidad de la literatura de Silvina Ocampo: su fino oído para el habla y su habilidad para capturarlo en sus relatos; el gusto por las imágenes no evidentes y la deformación a la que somete sus recuerdos. Por otro lado, puede ser que tenga razón en eso de que la hermana menor se disfrazaba de sí misma», finalizó en su análisis Aloma Rodrìguez.
El Género
Debido a que Ocampo pocas veces ha opinado directamente sobre cuestiones de género, no se sabe con certeza si se consideraba o no una feminista. Los críticos han tomado sus posiciones dependiendo de su interpretación de sus obras. Debido a su asociación con Simone de Beauvoir a través de su hermana Victoria, Amícola deduce que Ocampo fue una feminista de la tradición francesa e inglesa: «Es evidente que las hermanas Ocampo eran sensibles a los cambios que se anunciaban desde Francia (e Inglaterra) para la cuestión femenina y, por ello, no es inconsecuente intentar pensar los cuentos de Silvina Ocampo como una lectura especial y puesta en discurso de lo que percibe la mujer ante el mundo».
En uno de los artículos publicados por Carolina Suárez-Hernán, de la Universidad de Granadas, considera que “Ocampo es una feminista o por lo menos trabaja «desde ángulos feministas». Suárez-Hernán basa su opinión sobre el contexto de la literatura de Ocampo: «La literatura de Silvina Ocampo contiene una profunda reflexión sobre la feminidad y numerosas reivindicaciones de los derechos de la mujer, así como también una crítica sobre su situación en la sociedad».
Y continúa “Los trabajos de Ocampo provienen de un «imaginario femenino […] variado y la autora encuentra distintos mecanismos de creación y deconstrucción de lo femenino». Las mujeres en sus obras son «complejas y ambiguas; la duplicidad del personaje femenino se muestra a través de recursos como el artificio y de la máscara. Los relatos presentan el lado oscuro de la feminidad; la múltiple representación femenina muestra una ambigüedad que anula la visión unidimensional del personaje femenino».
A partir de tres cuentos –»Cielo de claraboyas» (1937), «El vestido de terciopelo» (1959), y «La muñeca» (1970)– Amícola sugiere que los cuentos de Ocampo cuestionan la ausencia del sexo-género y de la visión femenina en el psicoanálisis desarrollado por Freud, con enfoque especial en lo horroroso.
Amícola hace lo que Ocampo no entiende de los críticos, se enfoca demasiado en lo horroroso de sus cuentos e ignora el humor.
Ocampo le contó a Moreno su frustración: «Con mi prosa puedo hacer reír. ¿Será una ilusión? Nunca, ninguna crítica menciona mi humorismo».
En contraste, Suárez-Hernán propone que el humor usado en la obra de Ocampo ayuda a subvertir los estereotipos femeninos. Para ella, «La obra de Ocampo mantiene una postura subversiva y crítica que encuentra placer en la transgresión. Los patrones establecidos se rompen y los roles son intercambiables; se someten a un tratamiento satírico las oposiciones estereotípicas de la femineidad y la masculinidad, la bondad y la maldad, la belleza y la fealdad. Igualmente, el espacio y el tiempo se subvierten y se borran los límites entre las categorías mentales de espacio, tiempo, persona, animal».
Ocampo ha sido descripta como una mujer tímida que se negaba dar entrevistas y prefería el perfil bajo. Los críticos querían una declaración firme sobre su posición respecto de la «norma literaria» para saber cómo leerla y asegurarse de la interpretación correcta, pero no lo lograban.
En una entrevista con María Moreno, periodista y escritora –una de las pocas que otorgó– Ocampo explicó por qué no le gustaba dar entrevistas: «Tal vez porque protagonizó en ellas el triunfo del periodismo sobre la literatura.»El único requisito que puso Ocampo para ser entrevistada fue que ninguna de las preguntas fuera sobre literatura. Lo único que dijo acerca del asunto fue lo siguiente: «Escribo porque no me gusta hablar, para dejar un testimonio más de la vida o para luchar contra ese exceso de materia que acostumbra a rodearnos. Pero si lo medito un poco, diré algo más banal».
Cuando María Moreno le preguntó qué pensaba sobre el feminismo, Ocampo respondió: «Mi opinión es un aplauso que me hace doler las manos». «¿Un aplauso que le molesta dispensar?», repreguntó Moreno. «¡Por qué no se va al diablo!» fue la contestación. Con respecto al voto femenino en Argentina, Ocampo dijo «Confieso que no me acuerdo. Me pareció tan natural, tan evidente, tan justo, que no juzgué que requería una actitud especial».
Durante la mayor parte de su carrera, la crítica argentina no reconoció el mérito de las obras de Ocampo. Debido en cierto punto a su relación con Borges, sus cuentos fueron menospreciados por no ser «suficientemente borgeanos».
Fue el culto a Borges y a su hermana Victoria lo que no dejó que los críticos comprendieran la originalidad formal y temática de sus cuentos. En cambio, los vieron como «un fracaso en su intento de copiar el estilo». Recién en la década de 1980, críticos y escritores empezaron a reconocer su talento y escribir sobre su legado. Fueron los «representantes más conspicuos de la revista Sur los que intentan rescatar el acervo cuentístico de esta autora», entre ellos José Bianco, Sylvia Molloy y Enrique Pezzoni.
«Esa costumbre de Ocampo de negarse a decir mucho sobre su vida privada, metodología y la literatura hace difícil para los críticos desarrollar un análisis sobre sus intenciones»
En los últimos años la crítica ha redescubierto a Ocampo, y se han publicado algunas obras inéditas en recopilaciones como Las repeticiones y otros cuentos (2006) o Ejércitos de la oscuridad (2008).
Resulta difícil resumir y concluir una investigación sobre la literatura de Silvina Ocampo y asociarla a innumerables referencias tanto de su vida, su familia y su hermana Victoria, ligada al mundo de la cultura, a un pensamiento “rebelde” y para algunos “diferente” en la intención de comprender sus textos.
Su enorme riqueza respecto del contexto que la circundo y su vida privada, quizá una de las fuentes más ricas encontradas y que merece la pena destacar, aun a riesgo de recortar tan virtuoso recuerdo lleno de detalles casi inéditos con quien se ha acercado al círculo de Silvina como una ventana al de Victoria y el mundo literario de la familia, es la de Cozaransky.
Cabe destacar que en el relato del escritor Edgardo Cozaransky, en «Silvina Ocampo: un recuerdo personal”, el autor anticipa “No voy a hablar de la escritora sino de la persona».
«Conocí a Silvina Ocampo en 1961. Ella tenía 58 años, yo 22. Aun hoy me resulta difícil describir el impacto que recibí: nunca había conocido a una mujer que se le pareciera, ni siquiera lejanamente. No me refiero solamente a su carácter inasible. Su rostro —solía decirse con timidez o reserva— “no era convencionalmente bonito”, solía poner un jazmín en el primer ojal desprendido de su blusa o su vestido; esa flor anunciaba el perfume que usaba».
Relata Cozaransky que “superadas las primeras invitaciones a comer en la calle Posadas, empezamos a encontrarnos en otros lugares, generalmente inesperados para mí, y que suscitaban en ella no sé qué asociaciones: por ejemplo en el rosedal de Palermo. Allí llegué una tarde de primavera, a eso de las seis, y la vi charlando animadamente con un hombre enfundado en un impermeable sucio y gastado. Vacilé en acercarme, pero al verme ella me saludó con una sonrisa y me llamó con un gesto: me presentó como “un joven escritor”.
Silvina practicaba, ya instintivamente, ya con habilidad consumada, ese never explain, never apologize que es signo distintivo de las personalidades fuertes, aun cuando exhiban su parte de fragilidad. Solía, por ejemplo, no anunciar sus viajes. Partía hacia Mar del Plata o Europa sin una palabra y sólo al llamarla me enteraba de que se había ido.
«Cuando fue mi turno de partir, por tiempo indeterminado, en 1974», relata el escritor «Silvina me puso en el bolsillo una hoja de papel de la que no me he separado, donde había copiado uno de sus poemas. Durante mi visita no habló del viaje ni de ese mensaje; sólo recuerdo que me sorprendió haciéndome escuchar un reciente LP de Ike y Tina Turner, cantante que admiraba y había conocido por Marta Bioy. Cuando volví por primera vez de visita a Buenos Aires, en 1985, la encontré disminuida, sus olvidos y distracciones discretamente, risueñamente disimulados por Bioy en la conversación. De lejos me iba a enterar, gracias a Alejo Florín, médico de cabecera de los Bioy y amigo mío, de su ausencia mental, al principio intermitente, luego definitiva».
Concluye Corazanski, en un texto mucho mas amplio que lo que aquí se reproduce que «Estas visiones fugitivas, y muchas otras, intransferibles, son parte del bagaje con que los años nos van cargando. La memoria las recorta y ordena según leyes no demasiado diferentes de las del montaje cinematográfico, hasta convertirlas en una especie de literatura vivida. Por suerte también están los libros, que son propiedad común, que nuevos lectores no cesan de hacer vivir, y en ellos viven», concluyó en su editorial el escritor y cineasta.
El patrimonio de sus obras, su legado.
“Los libros de Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo ya son de la Biblioteca Nacional”. Así titulaba la gran noticia el Boletín informativo digital Nº 84 del 2017 de la Academia Argentina de Letras.
“Se concretó la donación anunciada, refiriéndose a el “último, de los 17.000 volúmenes de la colección personal de una de las parejas literarias más célebres de nuestro país, que incluyen libros de Jorge Luis Borges y fueron adquiridos por mecenas privados”.
Los ejemplares, que pertenecieron en su gran mayoría a Bioy Casares y Ocampo y, algunos, a Borges, conforman una de las últimas grandes bibliotecas “de autor” que quedaban en la Argentina. Esta fue comprada a los herederos de los dos escritores por un grupo de empresas, fundaciones y particulares que, luego de abonar en total unos 470.000 dólares, la donó a la Biblioteca Nacional Mariano Moreno (BNMM).
El informativo de aquel Boletín de la Academia destacó que “También hay una prueba de imprenta con correcciones de Borges de El jardín de senderos que se bifurcan y un volumen del primer libro de Silvina Ocampo, Viaje olvidado, con tantas correcciones manuscritas que prácticamente configura una reescritura”.
La donación contiene otras joyas de la literatura universal como la obra completa de Sir Thomas Browne; La rama dorada, de James George Frazer; todos los folletos de la vanguardia surrealista traídos directamente de Francia por Silvina Ocampo.
“De no haber mediado la intervención de los donantes probablemente esta biblioteca se hubiera perdido para el patrimonio cultural argentino”, dijo el ministro de Cultura Pablo Avelluto, durante una conferencia de prensa
Silvina Ocampo es considerada una de las escritoras más importantes de la literatura argentina del siglo xx. Recibió el Premio Municipal de Literatura en 1954, el Premio Nacional de Poesía en 1962, el Gran Premio de Honor de la SADE en 1992 y el Premio Konex en 1984.
Silvina está enterrada en la bóveda familiar del Cementerio de la Recoleta, aunque no hay ninguna placa con su nombre. Murió en 1993, enferma de alzhéimer. Ocupa un lugar fundamental en las letras argentinas y su obra ha sido rescatada, reivindicada y estudiada. El libro de Mariana Enriquez tiene muchas virtudes. Quizá la más importante es que deja unas ganas terribles de leer a Silvina Ocampo.
El departamento de Recoleta donde vivió con su marido, Bioy.
El 18 de octubre de 2022 el Diario La Nación publicó “Recoleta: venden un departamento de lujo en el edificio donde vivieron Bioy Casares y Silvina Ocampo, y que construyó Alejandro Bustillo”.
El artículo se refirió a la puesta en venta por una importante inmobiliaria donde el departamento fue “Publicado por una cifra millonaria, la propiedad está ubicada en la exclusiva calle Posadas, en Recoleta, en un edificio que se construyó en 1926”.
Entre las características de la venta la reseña de aquel departamento caracterizó que “La antigüedad e historicidad del edificio permitieron clasificar la construcción como Patrimonio Histórico. Su fachada de estilo francés que alude al período de la Belle Époque profundiza la identidad europea que conforma la arquitectura de este cotizado barrio porteño y destacó que “Este estilo continúa presente en el resto del edificio y se puede apreciar desde que se dan los primeros pasos a la propiedad, donde se expone una galería de estatuas y obras de arte”, concluyendo que “ Al estar en una calle inclinada, el departamento disfruta de amplias vistas despejadas a la plaza San Martín de Tours”.
“Yo no quiero que me respeten. Yo quiero que me quieran».
Fuentes consultadas:
Casa Creativa del Sur,
Cinemateca y Archivo de la Imagen Nacional, del Ministeio de Cultura de la Nación Argentina.
José Amícola, Profesor, escritor, ensayista e investigador de letras.
Boletín de la Revista de la Academia Argentina de Letras.
Escritores.org.
Aloma Rodríguez “Silvina Ocampo: la etcétera de la familia”, en “Revista Letras Libres” (Editoriales de Mexico y España)
María Moreno, periodista y escritora.
“Silvina Ocampo: un recuerdo personal” Por Edgardo Cozarinsky – 31 octubre 2003
Diario La Nación – El 18 de octubre de 2022